
La mayoría de regalos nos desilusionan cuando los descubrimos y parte de su encanto, inmenso por escondido, se evapora al retirar el envoltorio. Esta película es uno de esos regalos y más le hubiera valido esconderse al fondo de capas y más capas de papel de colores para no revelar su núcleo, para no revelarse demasiado pronto y dejar así intacta su intención. Pero ya que ella no lo hace y ya que un impulso incontenible nos llama a penetrar en el fondo de su misterio, cerremos nuestros ojos y no veamos la figurita de porcelana, tapemos nuestros oídos y no escuchemos el sonsonete electrónico. Cubramos sus vergüenzas con su buena voluntad y, con la nuestra, disfrutemos del viaje que nos ofrece esta película para llevarnos al centro de nosotros mismos.
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