
Hay películas, libros, discursos y otros productos del arte que pasan por buenos porque no se entienden. La responsabilidad del hastío no recae en ellos, que lo provocan, sino en quienes los sufren, incapaces, imposibilitados y seguramente indignos de comprender la sabiduría que escondidamente ofrecen. Por eso mismo suelen congregar a su alrededor reducidos grupos de feligresía, incondicionales de cartón que creen que la ignorancia afirmada es menos ignorante y que el "amén" pesa tanto como el "vale". Pues vale. Con patatas se lo coman, que yo no pude ni con palomitas.
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