miércoles, 27 de agosto de 2008

Una palabra tuya



Fui a verla por mi inconfesado amor por Esperanza Pedreño. Donde esté el Pedreño escondido que se quite la evidente Cerezuela. La película, por lo demás, tenía sus peligros porque cuando el cine español quiere reflejar el mundo de los currantes lo suele hacer con la mirada del rico, compasiva, tendiendo a dignificar lo que no hace falta como Velázquez cuando retrató a los bufones serios. Ni Elvira Lindo ni Ángeles González-Sinde caen en el error de justificar la amplitud de su billetero pintando al óleo la estrechez de los ajenos (típica paradoja de la izquierda), y sólo por eso esta tragicomedia merece ser vista y disfrutada por todos. Esperanza (mi Esperanza) y Malenio Alterio están inmensas.




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